Capitalismo como sistema darwinista

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¿Es el capitalismo un sistema económico darwinista?

Una de las críticas más habituales a la economía es el supuesto de maximización que se supone realiza cada agente económico. Los productores maximizarían su beneficio y los consumidores maximizarían su utilidad. Desde estos supuestos de maximización se construye la práctica totalidad de la microeconomía y también la mayor parte de la macroeconomía moderna.

El problema es que cuando preguntamos a los gerentes de empresas o a los propios consumidores, muchas veces nos damos cuenta de que la motivación para actuar no es únicamente la maximización de beneficios y utilidad.

¿Significa esto que todo el edificio de la economía está construido sobre pies de barro?, ¿deberíamos tirar a la basura todas las herramientas que utilizamos los economistas?

En este artículo vamos a tratar de responder a estas interrogantes revisando y explicando el genial artículo de Armen Alchian “Uncertainty, Evolution and Economic Theory” publicado en 1950. Armen Alchian nos explicará una caracterización alternativa del sistema económico capitalista y del mercado en particular como una suerte de mecanismo evolutivo darwinista.

La versión en vídeo de este artículo se puede encontrar pinchando aquí.

Criterio maximizador y optimalidad en la economía

La microeconomía establece un criterio maximizador sujeto a restricciones a los agentes económicos:

  1. Si el agente económico es un consumidor, se maximiza la utilidad que puede conseguir consumiendo bienes, sujeto a una restricción presupuestaria (es decir, sujeto a una restricción de recursos en forma del propio ingreso del consumidor).
  2. Si el agente económico es un productor, se maximiza su ingreso sujeto a una restricción de costes o alternativamente se minimiza el coste sujeto a un ingreso dado. En cualquiera de los dos casos para el productor esto conlleva que se maximizan sus beneficios.

Lo importante aquí es que todos los agentes económicos maximizan algo sujeto a una restricción.

Estos criterios maximizadores, tanto para el consumidor como para el productor, conllevan la existencia de un óptimo al que podemos llegar si conocemos las funciones a optimizar y sus restricciones. De hecho, gran parte de la microeconomía se basa, más que en comprender el sistema económico, en jugar de mil formas con estas funciones a ser maximizadas. Se supone que este óptimo se puede conocer y llegar a él de forma racional.

Crítica común al criterio de maximizador y de optimalidad

Como ya hemos comentado, muchos intelectuales y académicos critican, y llevan décadas criticando, estos criterios de optimalidad porque se resisten a aparecer en las encuestas de forma inequívoca. Muchas veces el criterio de maximización de beneficio aparece de forma difusa en las encuestas en forma de búsqueda de beneficios, sí, pero aparece junto a otros muchos criterios como servicio público, el desarrollo tecnológico o la búsqueda de independencia en las decisiones personales (aun a costa de no maximizar los beneficios).

Los economistas austriacos han intentado dar solución a este problema con el desarrollo del concepto de homo agens en el que el criterio maximizador sigue aplicando, aunque lo que se maximiza es mucho más amplio que los beneficios o costes. Los productores también maximizarían su propia función de utilidad donde entrarían otros muchos elementos más allá del beneficio monetario y los consumidores tendrían costes mucho más amplios que el simple coste monetario. Pero el criterio de maximización y optimalidad, aunque más amplio y menos trabajado matemáticamente, sigue existiendo de forma inequívoca en los economistas austriacos.

Crítica más elaborada al criterio de maximizador y de optimalidad

Armen Alchian nos expande una crítica que también incluiría al criterio de maximización del homo agens de la economía austriaca.

La crítica más elaborada nos dice que, en presencia de incertidumbre, el criterio maximizador ni siquiera tiene sentido. Bajo incertidumbre, cada acción tiene una posible distribución de resultados (no un único resultado). Las distribuciones de resultados de diferentes acciones comúnmente se traslapan o superponen. Pero, a pesar de que hay un rango de posibilidades, cada acción terminará en un único resultado (y ese resultado no puede ser previsto con certidumbre).

Por tanto, el problema se traslada ahora a elegir la acción con la distribución de resultados óptima. En este punto Alchian nos pregunta: imaginemos una situación en la que podemos elegir entre dos distribuciones, una tiene una media mayor y mayor dispersión y otra tiene una media menor con menor dispersión, ¿cuál de las distribuciones elegiríamos? En esta situación no tiene sentido preguntarse por la distribución óptima. No hay criterio inequívoco para elegir una distribución óptima. La maximización bajo incertidumbre sólo tendría sentido si no hay traslape entre distribuciones (es decir, el mínimo de la distribución mayor es superior al máximo de la distribución menor).

En otras palabras, si hay traslape de distribuciones de resultados, no hay criterio inequívoco de elección de la acción óptima. La elección de una distribución de resultados dependerá entonces de la función de preferencias del actor, que estará formada por algunos elementos como la aversión al riesgo, pero no dependerá de las condiciones económicas. Por tanto, dada una función de utilidad o una función de ingresos, no hay un único e inequívoco punto óptimo al que acercarnos.

El éxito se mide en resultados, no en motivación (capitalismo darwinista)

Después de criticar el criterio de optimalidad y maximización del beneficio, Alchian nos introduce un criterio alternativo de éxito en el mercado. Alchian nos dice que en una economía de mercado prima el criterio de supervivencia. El criterio de selección para la supervivencia es la realización de beneficios, no necesariamente la maximización de esos beneficios.

La existencia de beneficios positivos sería lo que marca el éxito y la viabilidad de una empresa o un agente económico. Las empresas con beneficios tendrían más posibilidades de sobrevivir y las empresas sin beneficios tendrían menos posibilidades de sobrevivir. Lo interesante es que aquí no importa el proceso de razonamiento o la motivación de los que dirigen las empresas, para sobrevivir es suficiente con que se cumpla con el criterio de existencia de beneficios, incluso si esos beneficios no son buscados explícitamente.

El razonamiento detrás de este criterio de selección es que los beneficios positivos son un indicador de que la empresa es mejor que la competencia con independencia de si los que dirigen la empresa son más o menos inteligentes o más o menos hábiles que la competencia. Lo que importa en este esquema es la posición con relación a los competidores, no la posición con respecto a un inexistente e hipotético competidor perfecto que contaría con una información sobre ingresos y costes que no existe con certeza en el momento de tomar las decisiones. El competidor perfecto, es decir, aquel que es capaz de ver con certidumbre los ingresos y costes y maximizar su diferencia, ni existe ni puede existir, así que es mejor abandonar ese esquema según Armen Alchian.

En este punto hay que hacer una pequeña aclaración. Cuando los economistas se refieren a beneficios positivos pueden estar refiriéndose a:

  1. Beneficios de empresas en una situación donde la inflación es igual a cero. De esta forma, se supone que los beneficios del conjunto de las empresas son cero y habrá algunas empresas con beneficios positivos y otras empresas con beneficios negativos.
  2. Aquellos beneficios que están por encima de los beneficios promedio en una industria o una economía.

En cualquiera de las dos situaciones la interpretación de lo que dice Alchian es exactamente la misma, y es que los beneficios positivos marcan una situación competitiva superior al promedio de los competidores. Es decir, los beneficios empresariales serían una medida de éxito empresarial con relación a los competidores.

Suerte es un método de conseguir el éxito

Alchian nos introduce en este punto la similitud entre el criterio de selección biológico evolutivo y el criterio de selección del mercado.

Alchian nos dice que las plantas crecen siempre más fuerte en el lado que más sol da a los edificios y no lo hacen porque las plantas sean inteligentes y dirijan su esfuerzo a crecer en ese lugar. Simplemente las plantas que tienen la suerte de estar en ese lado del edificio crecen más y mejor. Ese tipo de plantas tenderán a prevalecer.

Igualmente, los animales con configuraciones y hábitos más apropiados para la supervivencia en un hábitat determinado tendrán más posibilidades de sobrevivir y dejar descendencia.

Parecería que entonces los supervivientes se adaptan al entorno, pero más bien ocurre que el entorno los adopta a ellos. Aquí no hay adaptación, sólo adopción ambiental. La diferencia entre la palabra adaptar y adoptar es crucial aquí. Sería el ambiente el que adopta ciertos organismos, no los organismos los que se adaptan al ambiente.

Pues bien, para el sistema económico ocurriría algo muy similar a la evolución biológica. Los sistemas económicos tienen la capacidad de dirigir recursos hacia sus mejores usos incluso si las personas que toman decisiones lo hicieran de manera completamente aleatoria. Igual que en la evolución natural, habría modificaciones aleatorias en el comportamiento, pero la supervivencia no sería, en absoluto, aleatoria, sólo sobrevivirían (económicamente hablando), los agentes económicos que tienen éxito, es decir, aquellos que tienen beneficios superiores a los competidores. En retrospectiva podríamos decir que esos agentes que sobreviven y tienen beneficios tuvieron mejor previsión, pero esa supervivencia podría ser fruto únicamente de la suerte. Lo importante es que sus acciones fueron las que mejor resultado dieron, incluso si fueron fruto única y exclusivamente del azar.

Yo suelo comentar que el mercado es un proceso exitocrático, no meritocrático. El mercado libre premia el éxito a la hora de generar bienes y servicios útiles para los demás, el mercado no premia ni las buenas intenciones ni el esfuerzo. Las fuerzas impersonales del mercado premian a los que mejor dan a los demás lo que quieren, incluso si lo hicieron sin querer y con independencia de si su motivación era generar beneficios o cualquier otra motivación como el bien de los semejantes o el progreso de la humanidad. Aunque Alchian no lo expresa con estas palabras, la idea que subyace a su excelente artículo es exactamente la misma.

Suerte no implica una asignación aleatoria de recursos

Alchian es especialmente insistente en que incluso si suponemos un comportamiento completamente aleatorio y una supervivencia de agentes económicos únicamente basada en la suerte, la asignación de recursos no es aleatoria y tiende a la eficiencia[1].

Que exista un comportamiento aleatorio no significa que el mundo carezca por completo de orden. Si las empresas no se comportan todas de la misma manera, y sólo en el mundo irreal que imaginan algunos economistas lo hacen, cuando cambian las condiciones ambientales (es decir, el entorno económico), aquellas empresas que hayan ajustado mejor sus condiciones internas a la nueva y desconocida situación óptima, tienen mejor probabilidad de supervivencia y crecimiento. Esas empresas se convertirán en prevalentes en la nueva situación.

Lo importante es que el óptimo se determina ex-post, es decir, después de que se toman las decisiones que podrían llevar al óptimo. Por lo que tener un conocimiento perfecto de la situación actual puede generar buenas guías de acción, pero no es, ni mucho menos, una garantía de éxito en el mercado[2].

Lo interesante aquí es que Alchian nos dice que herramientas tradicionales de los economistas como el análisis de productividad marginal y de demanda son esenciales a la hora de evaluar la viabilidad de una empresa incluso si la incertidumbre elimina el supuesto de maximización del beneficio. El ejemplo de Alchian es magnífico: imaginemos que ocurriría si, ante un crecimiento del salario real, ningún empresario ajusta su fuerza laboral. En este ejemplo, las empresas que cuentan con un menor ratio de trabajo-capital (es decir, las empresas que usen factor trabajo menos intensivamente) tendrán una ventaja en costes. La ventaja en costes proporciona una mayor probabilidad de supervivencia. En este ejemplo, la supervivencia competitiva se encarga de eliminar a las empresas con mayores costes, por lo que nueva población de empresas tendrá un nuevo ratio trabajo-capital más bajo (es decir, las nuevas empresas mostrarán un uso del factor trabajo menos intensivo). Curiosamente, y aunque ninguno de los empresarios individuales modifique su fuerza de trabajo, colectivamente el uso de la fuerza de trabajo sí se verá modificado con motivo del incremento en el salario real. Esto implica que la predicción de los economistas de que incrementos en el pago de un factor productivo modifican su uso relativo siguen siendo cierta incluso si los participantes en el mercado de factores productivos no operan bajo el mismo razonamiento que los economistas. El mercado, visto como una suerte de mecanismo evolutivo, se encargaría de destruir (económicamente hablando) a los que menos se adaptan al nuevo ambiente o nueva situación competitiva en la economía.

El punto importante aquí es que la motivación individual de los participantes del mercado y la previsión de los acontecimientos futuros de estos agentes, aunque puedan ser muy importantes, no son necesarios para que el proceso de acercamiento asintótico al óptimo tenga lugar. Por tanto, Alchian nos dice que podemos deshacernos de estos requisitos de comportamiento individual que la economía tradicional impone a los agentes económicos para explicar el funcionamiento del mercado. No es necesario asumir que los participantes en un mercado tienen certidumbre ni previsión perfecta ni que necesitan maximizar los beneficios para caracterizar el funcionamiento de un mercado.

Por tanto, los conceptos y herramientas económicas son mucho más poderosas bajo este esquema ya que no se tiene que asumir de forma pretenciosa que dependen de la previsión y ajuste individual. Y es que, incluso en ausencia de comportamientos individuales maximizadores y dirigidos hacia el óptimo, los cambios en distribución de agentes económicos hace que lo que enseñan los economistas siga siendo completamente válido.

Adaptación individual mediante imitación y prueba y error

Armen Alchian cierra su magnífico artículo recordándonos que, a pesar de todo, sí hay comportamiento intencional a nivel agente económico para innovar e intentar colocarse con anticipación en una posición ventajosa con respecto a la competencia.

Aquí Alchian comenta la importancia de la imitación del comportamiento exitoso pasado. Los agentes económicos buscan imitar las características observables de los agentes exitosos que se asocien con ese éxito. La copia imperfecta de estas características observables daría lugar, a su vez, a nuevos atributos que podrían generar éxito en el futuro a esos agentes que copian imperfectamente a los competidores. Este proceso daría cuenta del carácter a veces aleatorio de la innovación y del concepto de serendipia que rodea muchas veces a la innovación. Y es que, a veces, muchas empresas terminan dando solución a problemas que ni siquiera sabían que existían. Este es un concepto de innovación que no es planeada ni dirigida. Ejemplos de serendipia hay miles, podríamos citar algunos como el descubrimiento de la penicilina, el descubrimiento del LSD, la enunciación del principio de Arquímedes o el descubrimiento de América.

Conclusión: el capitalismo y el mercado son instituciones evolutivas darwinistas

En suma, Alchian nos presenta un esquema mucho más parecido al esquema evolutivo de las ciencias naturales que al típico esquema prevalente en las ciencias sociales.

En el esquema de caracterización del mercado de Alchian lo importante es que existan mutaciones en el comportamiento de los individuos y que esas mutaciones sean sometidas al proceso de validación o selección natural del mercado. No es necesario asumir un comportamiento adaptativo de los participantes en el mercado, aunque ese comportamiento naturalmente exista. Con que exista variabilidad, es decir, una fuente de mutación en el comportamiento unido a un proceso de selección, es decir, al mercado libre, es suficiente para que la dirección o asignación de recursos en una sociedad tienda hacia un óptimo, óptimo que es imposible conocer con anterioridad a que ocurra.

Como dice el propio Alchian: de la misma manera que opera el biólogo, el economista puede predecir los efectos de cambios en el ambiente en la clase de organismos que sobreviven. Es decir, el economista puede predecir cómo afectan diferentes tipos de políticas no necesariamente porque las políticas cambien el comportamiento individual de los agentes, sino porque las políticas cambiarán el entorno y el entorno, a su vez, modificará la tasa de supervivencia de los agentes que participan en él.


[1] Eficiencia entendida como asignación de recursos consecuente con las decisiones de consumo de los consumidores.

[2] Esta quizá es la principal razón por la que los economistas, por muy inteligentes que sean, no suelen ser demasiado buenos operando en el mercado.